26.11.11

23.11.2011

Hace mucho tiempo que no escribía una de mis bitácoras, me siento como usando unos zapatos que había olvidado.

Ayer por la tarde viajé a Valparaíso a ver la presentación de la revista de poemas que mi grupo literario y yo hicimos hace unos meses. Hubo una introducción muy bonita hecha por Maca, quien leyó una reseña hecha por Mikel; uno de los miembros del grupo que ahora está viviendo en España. Nuestra presentación fue muy cortita, debido a que eramos los teloneros de una charla que se haría para presentar el lanzamiento de un libro. Se suponía que yo leería uno de mis poemas, pero llegué un poco tarde y no tuve tiempo de programar mi lectura, me sentí aliviada de que nadie fuese a verme.

Luego de nuestra intervención como teloneros comenzó la presentación del libro, nosotros lo único que queríamos era salir de ahí, no nos interesaba escucharla, pero la habitación era tan pequeña que se iba a notar muchísimo si lo hacíamos, así que nos quedamos hasta el final. El libro que estaban presentando trataba sobre la realidad homosexual en Chile (tampoco es que fuese tan aburrido) y el escritor era bien simpático.

Al final de la charla nos juntamos todos en el patio de la sede, donde regalamos muchas de nuestras revistas, y conversamos alrededor de una mesa donde había sushi y vino, yo sólo comí sushi, mis compañeros fueron los que se encargaron de vaciar las copas. Alrededor de la mesa conversé con Hector, otro de mis compañeros, me divertí mucho con él hablando de literatura, le mostré el poema que iba a leer, me dijo que le había a gustado, y me recordó algunos de mis antiguos poemas que también le habían gustado, le dije que ya casi ni escribía poesía, que me había dedicado más a escribir relatos cortos. También recordamos algunos momentos de las clases de poesía donde él me enseñaba a hacer trucos de malabares, me preguntó qué tal iba con eso, y le dije que estaba mejorando. Luego, hubo un momento en que sacó un libro de su bolso, dijo que se lo había comprado a un amigo de él, que escribía, y que sus poemas eran buenos. Leí algunos, eran divertidos. Me dijo que me pasaría su blog, y que le mandara algunos de mis relatos, para que los leyera.

Adrián, otro de mis compañeros, fue el principal promotor de la revista, con una mano sostenía los ejemplares que llevaba debajo del brazo, y con la otra sostenía una copa de vino, y, como siempre, nos hacía reír mucho.

Cuando comenzó a aparecer la noche decidimos bajar el cerro, Verónica estaba embarazada y tenía ganas de comer algo, pero no quería sushi, lo cual también aceleró las cosas. Cuando llegamos abajo, nos detuvimos en la plaza de siempre y hablaron de cosas que no recuerdo, o que puede que no haya escuchado, la única imagen que tengo de eso es de mí haciendo un movimiento con mi cabeza, mirando el cielo y haciendo bailar a las estrellas. Dije que tenía sed, y nos acercamos a un negocio donde verónica compró unos chocolates y yo una gaseosa. Ahí leí a mis compañeros el poema que había escrito, algunas personas me escucharon y Adrián les regaló ejemplares de nuestra revista, también se nos acercó un chico que estudiaba artes, habló un rato con nosotros y escuchó a mis compañeros leer sus poemas.

Luego de eso nos sentamos en una de las bancas de la plaza y ahí dijimos las últimas palabras del día, le pregunté a Verónica si podía tocar su pancita de embarazada y con gusto me dijo que sí, nunca antes había tocado una, sentía que era realmente adorable.

Cuando nos despedimos prometimos volver a juntarnos y a vernos más seguido.

Espero que la gente que se llevó en sus manos uno de los ejemplares de nuestra revista pueda sentir la atmósfera de nuestro grupo literario, en nuestros poemas está nuestra esencia.